octubre 11, 2024

Editorial

Vivimos tiempo complicados. La cesta de la compra, los combustibles, la calefacción, la electricidad, el dichoso botoncito y, por si fuera poco, la sequía. Los ciudadanos estamos preocupados y no nos faltan razones para ello. La actualidad política tampoco ofrece esperanza con la ultraderecha acariciando los gobiernos de media Europa y con la izquierda sin entender el sentido de aquel refrán que reza que cuando veas las barbas de tu vecino pelar, lo mejor es poner las tuyas a remojar.

A veces, da la impresión de que poco importa la ecología y el futuro de un planeta que parece sentenciado. Cierto es que altas instituciones, nacionales e internacionales nos avisan constantemente de ello, pero a veces parece que el cambio climático ya no es nada más que un recurso fácil de conversación de ascensor para comentar el sofocante calor que por poco nos derrite en éste verano.

La crisis que nos acecha desde hace meses parece justificar la reversión de las políticas de reconversión energética. Volvemos a quemar carbón y las energías renovables tan alabadas y potenciadas en los últimos meses ya parecen un poco menos útiles. Que no se nos olvide tampoco que ya no importa Venezuela, Brasil ni toda la miseria de América Latina. Recordemos que la libertad del pueblo saharaui no vale más que el chantaje a sus vecinos de un reinado cínico e hipócrita que opera con tácticas mafiosas.

El panorama invita a la reflexión. El prometedor siglo XXI ha resultado ser un brillante boxeador cargado de recursos que nos han pillado con el pie cambiado y que a punto nos tiene del noqueo. Y, mientras algunas autonomías españolas mercadean con los impuestos en busca de los réditos electorales, mientras Putin dirige a su pueblo a la autodestrucción y mientras las mujeres iraníes siguen muriendo por no obedecer a sus hombres, nuestro único recurso son los maravillosos memes que llenan nuestros teléfonos y que quitan hierro a la profunda crisis existencial en que se encuentra sumida nuestra sociedad.

Sin embargo, quizás exista otro recurso mejor. Un recurso capaz de luchar contra las injusticias. Se trata de la divulgación y la comunicación y, por eso, estamos aquí de nuevo. En las páginas de ésta revista no habrá verdades absolutas ni sentencias. Tan sólo pretendemos sembrar preguntas en nuestros improbables lectores. En la época en la que más sabemos de todo y menos comprendemos queremos contribuir a fomentar el libre pensamiento.

Un libre pensamiento que nace de la confrontación de ideas entre diferentes seres de una sociedad donde todos pueden tener algo que aportar. Somos firmes defensores de la cooperación, pero también del debate porque no son términos excluyentes. Podemos tener diferentes formas de ver el mundo y, sin embargo, aprender y colaborar en el desarrollo de una pequeña revolución que nos conduzca a un futuro mucho más brillante que el presente que describíamos al comienzo de éste artículo.

Esfuerzo Común

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