Es difícil cursar unas líneas sobre el cataclismo que la última DANA ha provocado en el corazón de los valencianos en primer lugar, y en el de todos los españoles en general. Es una situación tan brutal, que solo se percibe por la proximidad de lo acontecido. Pensábamos que teníamos el corazón de hierro porque ya no nos indignábamos por ver escenas de muertos, desastres, muertes, hasta de no reaccionar ante muertes de niños y ancianos, por el simple hecho de pasar muy lejos de nosotros.
Pero la realidad es distinta cuando se cierne cerca de nosotros, cuando nos pasa creyendo que somos especiales por vivir en un mundo “civilizado”. Eso nos descoloca y cuando mas cerca esta ese desastre, es cuando perdemos la fe en todo y no entendemos como nos puede pasar a nosotros.
Es ahí cuando se obra el milagro. Unas personas que en cuestión de minutos de tenerlo todo pasan a perderlo todo, con victimas mortales entre los mas queridos de los suyos, desamparados, pidiendo ayuda a quien se la han confiado y no les llaga nada de nada, surge la solidaridad del pueblo que sabe que solo él es capaz de sacrificarse por el vecino, sin importarle de que clase de religión, partido o mentalidad pueda ser, solo por el hecho de ser un ser humano que necesita ayuda.
Esa corriente de gente que en plena catástrofe ha arriesgado su vida para salvar la de los demás, esa solidaridad manifiesta de gente joven, esos jóvenes vilipendiados por esta su sociedad, que no les garantiza su futuro, esos jóvenes que la propia sociedad les ha marginado y los ha convertido en pasotas, esa juventud es la que, con palas, escobas y lo que tenían en la mano se han volcado en ayudar a sus semejantes con un rasgo que los dignifica.
La sociedad no les ha fallado, el que les ha fallado ha sido, paradojas del destino, sus representantes. Esos que les votamos para que nos representen en la resolución de nuestros problemas.
No vamos a pormenorizar los fallos de la administración, muy conocidos son ya, lo que pretendemos es concienciar a la gente, a ese pueblo que se ha puesto hasta el gorro de barro, de tristeza y de desesperación y que se tiene que ayudar desde el minuto uno por su propio pueblo, sea consciente que hay que luchar para que nuestros representantes sean eso, nuestros representantes y no los que se divierten en sus poltronas, jugando al tu más y riéndose de todos nosotros, porque se creen que ese pueblo es tonto y que con cualquier excusa, se salen con la suya.
Ya está bien, de tanta mediocridad.
Santiago Albiol Albiol
